EL DUELO Y SUS FASES: EL MODELO DE KÜBLER-ROSS.
El duelo por el fallecimiento de un ser querido es uno de los momentos más difíciles de nuestra vida, que lleva implícito sufrimiento en mayor o menor grado.
La psiquiatra nacionalizada estadounidense Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004) propuso en el año 1969, basándose en testimonios directos de su pacientes, un modelo que se divide en 5 fases bien establecidas. Se trata de un modelo sencillo y parsimonioso, que nos ayuda a comprender una situación tan dolorosa como parte de un proceso dinámico que evoluciona hacia un estado diferente. Otros psiquiatras o psicólogos, como William Worden, profundizaron en la patología asociada al duelo y perfeccionaron el modelo.
En cualquier caso, la visión de Kübler-Ross sigue estando de actualidad como clásico de la psicología por su carácter didáctico, sin olvidar su toque humanista.
Se podrían establecer estas 5 fases:
1.La negación.
La muerte de un ser querido tiene asociado un componente de shock que en muchos casos provoca una negación, que puede durar desde unos minutos en un fallecimiento previsible tras una larga enfermedad, hasta años o décadas, en las muertes no certificadas, desapariciones, etc. Para poder continuar el proceso del duelo es muy importante el ritual que conlleva el sepelio del fallecido. Es el punto de partida, tan doloroso como necesario, asimilar que el ser querido ha fallecido de forma irreversible.
2. La ira.
Al asimilar la irreversibilidad del pérdida, suelen aparecer sentimientos de rabia e impotencia, que pueden dirigirse contra Dios, contra la vida, contra los demás o a veces incluso contra uno mismo. Esta rabia puede exteriorizarse de diferentes formas, pero es importante que la persona comprenda que es totalmente legítima, forma parte del propio proceso. Se trata de la etapa más «peligrosa» para el paciente, desde el peligro de suicidio o autolesión, hasta acusaciones más o menos injustas a familiares u otras personas (incluso agresiones o venganzas) que provocarán daños en las relaciones, quizá difíciles de reparar según la situación.
3. La negociación.
Se trata de una etapa de transición en la que se suelen imaginar cómo sería la realidad si el fallecido todavía viviera, se plantean cuestiones espirituales y de alguna forma se produce una negociación entre la idea de aceptar la terrible pérdida y seguir viviendo con cierto sentido, aunque todavía no se encuentra una explicación al hecho de la muerte y al terrible sufrimiento padecido. También se plantea la propia muerte como algo no solo posible, sino ligado a la propia existencia.
4. La tristeza.
La fase más larga, con intermitencias y con temporadas mejores y peores. El doliente padece algunos síntomas similares a la depresión mayor. Existe un debate sobre la conveniencia de los antidepresivos en esta fase, pues de alguna manera la persona tiene que aceptar esta tristeza para poder asimilar la pérdida, siendo consciente también de que se trata de una etapa pasajera, aunque no lo pueda parecer en ese momento. En cualquier caso en esta fase es muy importante el aspecto conductual. El paciente ha de hacer un esfuerzo para mantenerse «activo»: trabajo, vida social, deporte, aficiones, etc.
5. La aceptación.
Finalmente, y de forma gradual, la persona acepta la pérdida y reconfigura su situación en el mundo con respecto a las demás personas queridas, sus proyectos vitales y sus creencias religiosas o espirituales. Se produce un cambio con respecto a la persona de antes del duelo, pero poco a poco se vuelve a experimentar alegría y placer. Por supuesto, a lo largo de los años, en aniversarios o determinados momentos pueden aparecer breves episodios de tristeza o vacío, pero desaparecen con cierta rapidez. La vida sigue su curso.
Conclusiones.
A pesar de que el modelo propuesto por Kübler-Ross tiene 50 años y puede ser discutible desde un punto estrictamente científico, sigue siendo de gran valor por su carácter divulgativo y descriptivo.
Lógicamente existen diferencias individuales importantes según la edad, personalidad, cultura, momento histórico, etc., del doliente o del fallecido, sin olvidar tampoco las causas mortales y las circunstancias que pueden rodear al fallecimiento. Las etapas en sí pueden solaparse, puede haber regresiones, flash-backs, etc. Lo que el modelo intenta reflejar de forma clara es que la patología no proviene del nivel de sufrimiento en sí, sino de quedarse «atascado» en el proceso, en que no se produzca la evolución lineal que tiende a la aceptación.
No hay que olvidar que el duelo en sí no es más que un mecanismo de defensa para adaptarnos a la nueva vida en la que la persona querida ya no está. Para algunos psicólogos la vida está llena de duelos de diferente intensidad, desde el fallecimiento de un ser querido como duelo paradigmático, hasta la ruptura de una pareja, el síndrome de nido vacío cuando los hijos se independizan, un cambio de residencia o de trabajo, una enfermedad discapacitante, etc.
Luis Ariño de Frenne
Psicólogo en Zaragoza
www.psicologo-zaragoza.net
Comentarios recientes